Un guionista tiene tres misiones importantes: 1) crear suspenso e intriga; 2) generar empatía y conmover; 3) capturar el interés de la audiencia tanto como pueda. Cada una de estas misiones tiene su teoría y su técnica. Vamos a dar una panorámica.
Comencemos con la primera misión: el suspenso. El suspenso es un requisito general de toda narrativa; el relato es la manera natural de manejar el suspenso. Hay varias vías de acercarse a este hecho. Una es a través de la teoría: de la narratología, de los estudios estructuralistas sobre el relato, de las consideraciones teóricas del storytelling. La segunda es la vía práctica de la escritura y, en el caso del guion, está ligada a lo específicamente cinematográfico. En ella destaca la figura de Hitchcock, sobre todo porque Hitchcock acuñó una definición de suspenso que todavía es de gran utilidad. La tercera vía es de la técnica del guion y está implícita en los manuales de escritura de narrativa y, sobre todo, guiones cinematográficos y de escritura para la televisión. Veamos cada una.
La visión estructuralista, al menos la de Roland Barthes, postula generalidades importantes. Afirma, por ejemplo, que un relato es como una frase que ha sido distendida expresamente con la finalidad de generar interés. Un relato es como un alargamiento voluntario de lo que se puede decir en pocas palabras, pero que se dice en muchas porque se busca que el relato no termine ofreciendo su terminación. Es el truco que utilizamos en la vida cotidiana cuando queremos retener la atención de alguien, lo utilizan los vendedores y echamos mano de él cuando estamos enamorados. El suspenso y la intriga son eso: ofrecer y dilatar; mostrar, pero ocultar; despedir y retener.
Decía que Alfred Hitchcock (en la famosa entrevista que le hiciera François Truffaut) acuñó una invalorable definición del suspenso y lo diferenció de la sorpresa y también de la intriga. De acuerdo con sus distinciones, para provocar suspenso hay que dar una información y luego provocar una pregunta en torno a su posible cumplimiento y demorar exhaustivamente la respuesta. Un ejemplo a su manera: mostrar un potencial magnicida que jura que acabará con la vida de un presidente y luego mostrar todas las dificultades que tendrá que remontar el magnicida para cumplir su cometido. ¿Logrará o no el magnicida asesinar al presidente? Esa es la pregunta que define el suspenso, el suspenso siempre se reduce a una pregunta. Hitchcock complementa su definición con otras dos: la de intriga, que es el efecto de mostrar algún evento que provoca curiosidad y mantener la curiosidad por un período de tiempo sin satisfacerla; y la de sorpresa, que es la reacción que tenemos cuando adviene un evento que no esperábamos. El cóctel de Hitchcock se celebra con esos ingredientes: suspenso, intriga y sorpresa.
La noción de suspenso está contenida implícitamente en el modelo clásico que propugnan todos los manuales de guion bajo la exigencia de que el protagonista tenga una meta. Hay un carrusel de nombres para referirse a ella: objetivo, meta, propósito y en inglés: dramatic need, desire, desire line, goal, etc. Cualquiera que sea la denominación, la necesidad de asignar una meta al protagonista y de informarle a la audiencia, en el transcurso del llamado Primer Acto, en qué consiste esa meta no tiene otra finalidad que la de generar suspenso. Es posible también que se le recomiende al guionista que cree un momento de intriga como ingrediente previo a la develación de la meta y que se administren algunas sorpresas. Pero esta es la primera misión del guionista: establecer la meta, informarle de su existencia al espectador y disponerse a manejar el suspenso global de la historia.
La segunda misión del guionista consiste en preparar el nicho para la generación de empatía por parte de la audiencia y eso significa, simplemente, construir a cabalidad el personaje principal de la historia. Un personaje principal bien construido en todas sus dimensiones es la garantía de que el escritor podrá cumplir con su misión. En otros tips hemos hablado y seguiremos hablando del personaje principal.
La tercera misión del guionista tiene que ver con el arte de la narración o, en otras palabras, con la manipulación de la audiencia. Daniel Tubau, autor del libro «El protagonista es el espectador», diría que se trata de un manejo de la relación del escritor con el espectador. David Bordwell, el conocido teórico norteamericano, diría que se trata de la administración de las claves a partir de las cuales el espectador reconstruye la fábula. Y aquí vale la pena volver a Hitchcock para quien cada minuto en el cine abre una oportunidad para la manipulación del interés de la audiencia (manipulación, en el mejor sentido del término). En su tercera misión el guionista se juega, escena por escena, su estrategia narrativa de cara al espectador.
Estas son las tres misiones del guionista: establecer claramente la meta de la historia para generar suspenso; construir un centro de empatía o identificación en el personaje principal con la finalidad de comprometer emocionalmente a la audiencia; desplegar una estrategia narrativa, escena tras escena, para secuestrar la atención del espectador. Tres misiones del guionista desde sus tres papeles principales: mentiroso, seductor y manipulador.